El conflicto entre las dos grandes potencias de Oriente era inevitable. Los hititas lanzaron la primera ofensiva a través de Siria, pero mientras el ejército se movía murió Ajnatón, el actual faraón de Egipto. Su hija, para evitar la guerra, prometió casarse con un príncipe hitita si se frenaba la ofensiva, y como no, los hititas aceptaron. Pero al poco de entrar el príncipe hitita en territorio egipcio fue asesinado, y el nuevo faraón Ramsés II retomó la guerra y avanzó contra los hititas para destruir el ejército de Muwatalli, oculto en algún punto de Siria.

Comienza la batalla, la división egipcia Amón acampa frente al río Orontes, tras el cuál aguardaba el ejército hitita, que no dudó en cruzarlo y aplastar a los egipcios, cuya división se batió en retirada. Los carros hititas culminaron la estrategia atacando por los flancos a la división Ra, que quedó completamente destrozada. Ramsés logró reagrupar las tropas que le quedaban y recibió a la tercera división egipcia, la Ptah, con la que contraatacó en el campamento de la división Amón donde los hititas se dedicaban al saqueo. A pesar de que los carros hititas estaban siendo aniquilados por los egipcios, Muwatalli no quiso cruzar el Orontes con el resto de su ejército, y esto obligó a Mutawalli a refugiar a los carros restantes en Qadesh. Tras todo esto, ambos ejércitos volvieron a casa declarándose victoriosos, y en seguida se firmó entre Egipto y los hititas un tratado de no agresión.
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